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Resplandor sólido

Hugo Robledo
02.02.23 – 04.01.23

Acerca de:

El color se desvanece frente a nuestros ojos. El atardecer se apaga, la flor palidece y la piel envejece. El color es un fenómeno transitorio, siempre en estado de cambio. El color es un sistema de fe. La física ha explicado que el color no es inherente a los objetos, sino que se trata de una interpretación que elabora el cerebro humano a partir del espectro de luz que reflejan las superficies. Si el color es información mental, ¿en qué consiste su materialidad? La presente muestra es una exploración subjetiva acerca de esta pregunta.

La materialidad es un aspecto fundamental de las obras que componen esta exposición. En una época en que la desmaterialización de la imagen parece un hecho consumado, la economía, las industrias y las emergencias ambientales nos recuerdan que la realidad sigue siendo tangible y muy concreta. En la era digital, las industrias extractivas son más lucrativas que nunca: litio, cobre, grafito, entre muchos otros minerales, son arrancados de la tierra para satisfacer la incesante demanda de las nuevas tecnologías.

Hacia finales de los años 60, la escritora Lucy R. Lippard reflexionaba acerca de la creciente desmaterialización de los procesos artísticos, en los cuales el artista se encargaría de diseñar las obras para luego ser ejecutadas por artesanos, de manera que el acto creativo sería más mental que manual. A cinco décadas de aquella transición, personalmente, asumo la postura de que el proceso artístico no solo es mental, sino también manual. Pienso que la curiosidad por las ideas es tan importante como los hallazgos que genera la experiencia táctil de los materiales. En este sentido, mi proceso implica tanto el aprendizaje de aspectos del oficio como la estructuración del pensamiento.

La elección de ciertas técnicas y materiales asociadas a arte de otros tiempos responde a la búsqueda del proceso manual del color. El oficio medieval de la tempera grassa, antecedente directo de la pintura al óleo, requiere un sistema de trabajo estrictamente organizado y sistemático. Por ser un procedimiento pictórico preindustrial, carece de la inmediatez de trabajar un color ya preparado previamente. Esta cualidad inconveniente deviene en un estado mental repetitivo y meditativo. Por otra parte, la cerámica ha acompañado a la humanidad desde la antigüedad hasta nuestros días sin interrupción, en casi todas las culturas, y continúa como un material de uso cotidiano. Encuentro fascinante su fragilidad en cuanto que objeto, y su persistencia en cuanto que material. Los restos arqueológicos nos confirman que la cerámica sobrevive a la ruina de las civilizaciones.

Las obras de esta exposición abarcan un campo semántico acerca del espacio construido. En el margen de la representación y la abstracción, espacios mentales ambiguos revelan espejos de agua, contenedores, fuentes y tuberías. El cuerpo de agua como reflejo-ilusión tiene connotaciones culturales tanto del mundo espiritual como de la higiene y la salud física. Los marcos-resplandores que aparecen en las pinturas refieren a la experiencia del color a través de las pantallas. Las proporciones de las obras son 16:9, 4:3 y 1:1, que son formatos presentes en los monitores y en la fotografía.

La pintura es un impulso vital que ha acompañado a nuestra especie: fijar el fenómeno cromático que siempre tiende a esfumarse. Las pinturas más antiguas de las que se tiene conocimiento se encuentran entre la oscuridad, protegidas de la luz en cavernas. La profundidad de la tierra es oscuridad total, y, por lo tanto, ausente de color. Aunque la luz hace posible el fenómeno del color, la luz tiene el poder de destruir el color. El color aparece durante un tiempo finito. La idea de lo duradero ha acompañado al arte desde la prehistoria. Es un campo para pensar que finalmente nada es eterno, que la vida y el color son preciosos porque se consumen.

Hugo Robledo
Ciudad de México, febrero de 2023.